Estos versos me los ha pasado mi madre. No recuerda de dónde los copió pues lo hizo por la devoción enorme que le tiene al príncipe de la milicia celestial, san Miguel arcángel.
Bendito sea san Miguel,
que con ardor inaudito,
de ¡Quién como Dios! al grito,
ha destronado a Luzbel.
Desde tu alto dosel,
protege a la Iglesia santa,
que angustiada levanta
suplicante su clamor.
Hiere a Satán y al error,
que hoy de nuevo se levantan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario