15 julio 2010

Al Espíritu Santo


Ven, Espíritu Santo, 
te abro la puerta, 
entra en la celda pequeña 
de mi propio corazón, 
llena de luz y de fuego mis entrañas, 
como un rayo láser opérame 
de cataratas, 
quema la escoria de mis ojos 
que no me deja ver tu luz. 

Ven. Jesús prometió 
que no nos dejaría huérfanos. 
No me dejes solo en esta aventura, 
por este sendero. 
Quiero que tú seas mi guía y mi aliento, 
mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz. 
Te necesito en mi noche 
como una gran tea luminosa y ardiente 
que me ayude a escudriñar las Escrituras. 

Tú que eres viento, 
sopla el rescoldo y enciende el fuego. 
Que arda la lumbre sin llamas ni calor. 
Tengo la vida acostumbrada y aburrida. 
Tengo las respuestas rutinarias, 
mecánicas, aprendidas. 
Tú que eres viento, 
enciende la llama que engendra la luz. 
Tú que eres viento, empuja mi barquilla 
en esta aventura apasionante 
de leer tu Palabra, 
de encontrar a Dios en la Palabra, 
de encontrarme a mí mismo 
en la lectura. 

Oxigena mi sangre 
al ritmo de la Palabra 
para que no me muera de aburrimiento. 
Sopla fuerte, limpia el polvo, 
llévate lejos todas las hojas secas 
y todas las flores marchitas 
de mi propio corazón. 

Ven, Espíritu Santo, 
acompáñame en esta aventura 
y que se renueve la cara de mi vida 
ante el espejo de tu Palabra. 
Agua, fuego, viento, luz. 
Ven, Espíritu Santo. Amén.

Compuesta de A.Somoza y tomada de Catholic.net