"En tus manos, Padre de bondad, encomendamos el alma de nuestro hermano; nos sostiene la esperanza de que resucitará con Cristo en el último día con todos los que en Cristo han muerto. Te damos gracias, Señor, por los beneficios derramados sobre tu siervo en su vida mortal, signo de tu bondad y manifestación de la comunión de tus santos. Escucha nuestras oraciones, Dios de misericordia, para que se abran a tu siervo las puertas del paraíso, y nosotros, los que aún permanecemos en este mundo, nos consolemos mutuamente con palabras de fe hasta que salgamos todos al encuentro de Cristo, y así, con nuestro hermano, gocemos en tu presencia.
Por Jesucristo nuestro Señor"
De la oración de despedida del cuerpo en la Iglesia
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