Señor, ¡bendito seas por tu bondad divina!
por tu misericordia para nuestro dolor;
se arrodilla a tus plantas mi alma peregrina,
para cantar tu gloria y ofrecerte su amor.
¡Señor de los Milagros! ¡Rabí de Galilea!
escucha tú, piadoso, mi voz y mi oración;
en tanto que mi vida, encendida sea en tu anda milagrosa,
arde con devoción.
¡Señor! bendito seas porque has permitido
que venga nuevamente a traerte mi fe;
que contemple tu rostro sangrante y dolorido,
que grabado en el alma, por siempre llevaré.
¡Señor de los Milagros! doliente Nazareno,
escucha mi plegaria, mi ferviente oración;
te doy gracias, Dios mío, porque eres santo, bueno,
y de paz has llenado mi triste corazón.
De una estampa de la Parroquia Italiana y Latinoamericana de Santiago de Chile
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