Todo cristiano, a lo menos una vez cada mes, debería leer y acompañar con el corazón la siguiente oración:
Adoro, Dios mío, vuestro ser eterno: pongo en vuestras manos el que me habéis dado, y que ha de cesar por la muerte en el instante en que Vos lo hayáis dispuesto. Acepto esta muerte con sumisión y espíritu de humildad en unión de la que sufrió mi Señor Jesucristo, y espero que con esta aceptación mereceré vuestra misericordia.
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