30 septiembre 2007

Devociones al Padre Celestial

Rosario Corto al Padre Celestial
(Se reza contando con las cuentas del mismo rosario de la Virgen)

  • En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
  • Recita un Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
  • En las 10 cuentas chicas decir: "Padre mío y Dios mío; Padre nuestro y Dios nuestro". ( Si se recita por dos o más perrsonas, alternar entre el guía que dice : "Padre mío y Dios mío" y los demás que responderán "Padre nuestro y Dios nuestro")
  • En cada cuenta grande recitar un Gloria al Padre....
  • Repetir en las cuatro decenas restantes.
  • Terminar diciendo: "Padre Dios, dulce esperanza de nuestras almas, que seas conocido, alabado, amado, adorado y glorificado por todos los hombres en toda la tierra. Amén"
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Para pedir gracias repetir varias veces:
  • Padre dulcísimo tu ves
  • Padre dulcísimo, tu sabes
  • Padre dulcísimo, Tú puedes
  • Padre dulcísimo, ¡PROVEE!
Oración tomada de una estampa regalada y editada por los Misioneros de la Transfiguración del Señor. Casilla postal 152, San Felipe, Chile

28 septiembre 2007

Conocer y amar

"Las cosas humanas necesitan ser conocidas para ser amadas; las divinas necesitan ser amadas para ser conocidas."

Del padre Pío, tomado de Blogborrador

27 septiembre 2007

A san Miguel arcángel

Oración a san Miguel Arcángel, compuesta por S.S León XIII. Puedes leer acá* sobre el papel que le corresponde a este arcángel entre la multitud de ángeles fieles al Señor.

Oh, arcángel San Miguel,
defiéndenos en la batalla;
sé nuestro amparo
contra la maldad y acechanzas del demonio.

Mándale, Señor que no pueda dañarnos,
humildemente te lo pedimos;
y tú, oh príncipe de la milicia celestial,
usando el poder
que el cielo te ha concedido,
lanza al infierno a Satanás
y demás espíritus malignos
que recorren el mundo
para perder de las almas.
Amén.

Hasta el concilio Vaticano II se rezaba después de cada misa. Es una excelente práctica de piedad. Rezarla para neutralizar el evidente poder de Satanás en nuestros tiempos.

¿Por qué veneramos a Santa María?

Muchas veces no se comprede la VENERACIÓN --no confundir con adoración que sólo se debe a Dios-- que los católicos y ortodoxos damos a santa María siempre virgen a la que honramos con el título de Madre de Dios, pues es madre de Cristo completo, no sólo de su naturaleza humana, tal como yo soy madre de TODO mi hijo, aunque sólo colaboré a formar en mis entrañas su cuerpo pero su alma inmortal se la creó Dios inmediata y directamente.

He oído a católicos explicarar mal el culto de veneración que le damos y no me extraña que se confundan las personas poco entendidas, por eso es que me encanta esta oración de san Ildefonso de Toledo en que queda tan claro el porqué amamos y damos culto de hiperdulía* a María Santísima.


ORACIÓN A LA VIRGEN MADRE DE DIOS



A ti acudo, única Virgen y Madre de Dios.
Ante la única que ha obrado la Encarnación de mi Dios me postro.

Me humillo ante la única que es madre de mi Señor.
Te ruego que por ser la Esclava de tu Hijo me permitas consagrarme a ti y a Dios,
ser tu esclavo y esclavo de tu HIJO, servirte a ti y a tu Señor.

A Él, sin embargo, como a mi Creador y a ti como madre de nuestro Creador;
a Él como Señor de las virtudes y a ti como esclava del Señor de todas las cosas;
a Él como a Dios y a ti como a Madre de de Dios.

Yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo.
Tú eres mi Señora, porque eres esclava de mi Señor.

Concédeme, por tanto, esto, ¡oh Jesús Dios, Hijo del hombre!:
creer del parto de la Virgen aquello que complete mi fe en tu Encarnación;
hablar de la maternidad virginal aquello que llene mis labios de tus alabanzas;
amar en tu Madre aquello que tu llenes en mi con tu amor;
servir a tu Madre de tal modo que reconozcas que te he servido a ti;
vivir bajo su gobierno en tal manera que sepa que te estoy agradando
y ser en este mundo de tal modo gobernado por Ella que ese dominio me conduzca
a que Tú seas mi Señor en la eternidad.

¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil en las manos del sumo Dios, consiga con mis ruegos ser ligado a la Virgen Madre por un vínculo de devota esclavitud y vivir sirviéndola continuamente!

Pues los que no aceptáis que María sea siempre Virgen;
los que no queréis reconocer a mi Creador por Hijo suyo,
y a Ella por Madre de mi Creador;
si no glorificáis a este Dios como Hijo de Ella,
tampoco glorificáis como Dios a mi Señor.
No glorificáis como Dios a mi Señor los que no proclamáis bienaventurada
a la que el Espíritu Santo ha mandado llamar así por todas las naciones;
los que no rendís honor a la Madre del Señor
con la excusa de honrar a Dios su Hijo.

Sin embargo yo, precisamente por ser siervo de su Hijo, deseo que Ella sea mi Señora; para estar bajo el imperio de su Hijo, quiero servirle a Ella;
para probar que soy siervo de Dios, busco el testimonio del dominio sobre mi de su Madre;
para ser servidor de Aquel que engendra eternamente al Hijo,
deseo servir fielmente a la que lo ha engendrado como hombre.
Pues el servicio a la Esclava está orientado al servicio del Señor;
lo que se da a la Madre redunda en el Hijo;
lo que recibe la que nutre termina en el que es nutrido,
y el honor que el servidor rinde a la Reina viene a recaer sobre el Rey.

Por eso me gozo en mi Señora,
canto mi alegría a la Madre del Señor,
exulto con la Sierva de su Hijo, que ha sido hecha Madre de mi Creador
y disfruto con Aquélla en la que el Verbo se ha hecho carne.
Porque gracias a la Virgen yo confio en la muerte de este Hijo de Dios
y espero que mi salvación y mi alegría venga de Dios siempre y sin mengua,
ahora, desde ahora y en todo tiempo y en toda edad
por los siglos de los siglos.
Amén.

De San Ildefonso de Toledo

(del Libro de la perpetua virginidad de Santa María)


Tomada del sitio: Corazones.org

25 septiembre 2007

Oraciones por las vocaciones

Jesús, el buen pastor. Si existen buenas ovejas habrá también buenos pastores, pues de entre las buenas ovejas salen buenos pastores.
(San Agustín, Sermón 46)

Escuchemos lo que dice el señor a los predicadores: "La mies es mucha, pero los operarios son pocos; rogad pues, al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies." Por tanto, para una mies abundante son pocos los trabajadores; al escuchar esto, no podemos dejar de sentir una gran tristeza, por que hay que reconocer que, si bien hay personas que desean escuchar cosas buenas, faltan, en cambio, quienes se dediquen a anunciarlas.
(San Gregorio Magno, Hom. 17 sobre los evangelios)

CUATRO ORACIONES POR LAS VOCACIONES

Jesús que sientes compasión al ver la multitud que está como ovejas sin pastor, suscita, en nuestra Iglesia, una nueva primavera de vocaciones.

Te pedimos que envíes: Sacerdotes según tu corazón que nos alimenten con el Pan de Tu Palabra y en la mesa de Tu Cuerpo y de Tu Sangre; Consagrados que, por su santidad, sean testigos de Tu Reino; Laicos que, en medio del mundo, den testimonio de ti con su vida y su palabra.

Buen Pastor, fortalece a los que elegiste; y ayúdalos a crecer en el amor y santidad para que respondan plenamente a tu llamada.

María, Madre de las vocaciones, ruega por nosotros. Amén.

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Señor Dios, Padre Celestial, Tu Hijo Jesucristo nos dijo: "La mies es abundante, pero los obreros pocos. Pedid al dueño de la mies que envíe obreros a su mies". Animados por estas enseñanzas, te pedimos que envíes a tu Iglesia, numerosas y santas vocaciones para el sacerdocio, a la vida religiosa y al apostolado laical. Consérvales fieles en su ministerio hasta el fin; y concédeles, por tu Espíritu Santo, un gran amor a Dios y a los hermanos, para que en su ministerio y en su vida busquen solamente tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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Dios, Padre y Pastor de todos los hombres, Tú quieres que no falten hoy día, hombres y mujeres de fe, que consagren sus vidas al servicio del evangelio y al cuidado de la Iglesia.

Haz que tu Espíritu Santo ilumine los corazones, y fortalezca las voluntades de tus fieles, para que, acogiendo tu llamado, lleguen a ser los Sacerdotes y Diáconos, Religiosos, Religiosas y Consagrados que tu Pueblo necesita.

La cosecha es abundante, y los operarios pocos. Envía, Señor, operarios a tu mies. Amén.


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Señor Dios, Padre Nuestro, te damos gracias por los sacerdotes, que son un regalo y un signo de tu amor.

Ellos nos manifiestan tu corazón bueno y rico en misericordia, nos ofrecen la salvación de Jesús y nos ayudan a vivir en el Espíritu Santo.

Concédenos pastores según tu corazón, bendice a los seminaristas, y haz que no falten en la Iglesia niños y jóvenes que sigan la vocación sacerdotal. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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ORACIÓN DE JUAN PABLO II

Padre Bueno, en Cristo tu Hijo nos revelas tu amor, nos abrazas como a tus hijos y nos ofreces la posibilidad de descubrir, en tu voluntad, los rasgos de nuestro verdadero rostro.

Padre santo, Tú nos llamas a ser santos como Tú eres santo. Te pedimos que nunca falten a tu Iglesia ministros y apóstoles santos que, con la palabra y con los sacramentos, preparen el camino para el encuentro contigo.

Padre misericordioso, da a la Humanidad extraviada, hombres y mujeres, que, con el testimonio de una vida transfigurada, a imagen de tu Hijo, caminen alegremente con todos los demás hermanos y hermanas hacia la patria celestial.

Padre nuestro, con la voz de tu Espíritu Santo, y confiando en la materna intercesión de María, te pedimos ardientemente: manda a tu Iglesia sacerdotes, que sean testimonios valientes de tu infinita bondad. ¡Amén!


24 septiembre 2007

Credo del Pueblo de Dios

Cumpliendo con el mandato de Cristo a Pedro, a saber, la de confirmar a sus hermanos en la fe (1 Tim. 6, 20), el sumo Pontífice Pablo VI pronunció el 30 de junio de 1968 una solemenme profesión de fe que explica y recoge el contenido del Credo o símbolo Niceno. Desde entonces el texto ha sido un excelente punto de referencia para discernir cual es la verdadera doctrina católica en tiempos de confusión.

Credo Del Pueblo de Dios de Paulo VI

1. Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Creador de las cosas visibles como es este mundo en el que transcurre nuestra vida pasajera, de las cosas invisibles como los espíritus puros que reciben también el nombre de ángeles (Cf. Dz. Sch., 3002) y Creador en cada hombre de un alma espiritual e inmortal.

2. Creemos que este Dios único es absolutamente uno en su esencia infinitamente santa al igual que en todas sus perfecciones, en su omnipotencia, en su ciencia infinita, en su providencia, en su voluntad y en su amor. "El es el que es", como lo ha revelado a Moisés (Cf. Ex., 3,14); y "El es Amor", como el apóstol Juan nos lo enseña (Cf. 1 Jn., 4,8); de forma que estos dos nombres, Ser y Amor, expresan inefablemente la misma Realidad divina de Aquél que ha querido darse a conocer a nosotros y que, "habitando en una luz inaccesible" (Cf. 1 Tim., 6,16) está en sí mismo por encima de todo nombre, de todas las cosas y de toda inteligencia creada. Solamente Dios nos puede dar ese conocimiento justo y pleno de sí mismo revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo, de cuya vida eterna estamos llamados por gracia a participar, aquí abajo en la oscuridad de la fe y más allá de la muerte en la luz eterna. Los mutuos vínculos que constituyen eternamente las Tres Personas, siendo cada una el solo y el mismo Ser divino, son la bienaventurada vida íntima del Dios tres veces santo, infinitamente superior a lo que podemos conocer con la capacidad humana (Cf. Dz. Sch. 804). Damos con todo gracias a la Bondad divina por el hecho de que gran número de creyentes puedan atestiguar juntamente con nosotros delante de los hombres la Unidad de Dios, aunque no conozcan el Misterio de la Santísima Trinidad.

3. Creemos en el Padre que engendra al Hijo desde toda la eternidad; en el Hijo, Verbo de Dios, que es eternamente engendrado; en el Espíritu Santo, Persona increada, que procede del Padre y del Hijo, como eterno Amor de ellos. De este modo en las Tres Personas divinas, "coaeternae sibi et coaequales" [eternas e iguales entre sí] (Cf. Dz. Sch., 75), sobreabundan y se consuman en la eminencia y la gloria, propias del Ser increado, la vida y la bienaventuranza de Dios perfectamente uno, y siempre "se debe venerar la Unidad en la Trinidad y [Se encarnó por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María y se hizo hombre. Estampa antigua]la Trinidad en la Unidad" (Cf. Dz. Sch., 75).

4. Creemos en nuestro Señor Jesucristo, que es el Hijo de Dios. El es el Verbo eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial al Padre, "homoousios to Patri" (Cf. Dz. Sch., 150), y por quien todo ha sido hecho. Se encarnó por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María y se hizo hombre: igual, por tanto, al Padre según la divinidad, e inferior al Padre según la humanidad (Cf. Dz. Sch., 76), y uno en sí mismo (no por una imposible confusión de las dos naturalezas, sino) por la unidad de la persona (Cf. Dz., Sch. 76).

Habitó entre nosotros, con plenitud de gracia y de verdad. Anunció e instauró el Reino de Dios y nos hizo conocer en El al Padre. Nos dio su mandamiento nuevo: amarnos los unos a los otros como El nos ha amado. Nos enseñó el camino de las Bienaventuranzas del Evangelio: la pobreza de espíritu, la mansedumbre, el dolor soportado con paciencia, la sed de justicia, la misericordia, la pureza de corazón, la voluntad de paz, la persecución soportada por la justicia. Padeció en tiempos de Poncio Pilato, como Cordero de Dios, que lleva sobre sí los pecados del mundo, y murió por nosotros en la cruz, salvándonos con su Sangre redentora. Fue sepultado y por su propio poder resucitó al tercer día, elevándonos por su Resurrección a la participación de la vida divina que es la vida de la gracia. Subió al cielo y vendrá de nuevo, esta vez con gloria, para juzgar a vivos y muertos, a cada uno según sus méritos: quienes correspondieron al Amor y a la Misericordia de Dios irán a !a vida eterna; quienes lo rechazaron hasta el fin, al fuego inextinguible. Y su Reino no tendrá fin.

5. Creemos en el Espíritu Santo, que es Señor y da la vida, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria. El nos ha hablado por los Profetas y ha sido enviado a nosotros por Cristo después de su Resurrección y su Ascensión al Padre; El ilumina, vivifica, protege y guía la Iglesia, purificando sus miembros si éstos no se sustraen a la gracia. Su acción, que penetra hasta lo más intimo del alma, tiene el poder de hacer al hombre capaz de corresponder a la llamada de Jesús: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto."

[Creemos que la Santísima Madre de Dios, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo. Estampa antigua]6. Creemos que María es la Madre, siempre Virgen, del Verbo Encarnado, nuestro Dios y Salvador Jesucristo (Cf. Dz. Sch., 251-252), y que por virtud de esta elección singular, Ella ha sido, en atención a los méritos de su Hijo, redimida de modo eminente (Cf. Lumen Gentium, 53), preservada de toda mancha de pecado original (Cf. Dz. Sch., 2803) y colmada del don de la gracia más que todas las demás criaturas (Cf. Lumen Gentium, 53). Asociada por un vínculo estrecho e indisoluble a los Misterios de la Encarnación y de la Redención (Cf. Lumen Gentium, 53, 58, 61), la Santísima Virgen, la Inmaculada, ha sido elevada al final de su vida terrena en cuerpo y alma a la gloria celestial (Cf. Dz. Sch., 3903) y configurada con su Hijo resucitado en la anticipación del destino futuro de todos los justos. Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia (Cf. Lumen Gentium, 53, 56, 61, 63; Pablo VI, "Aloc. en la clausura de la III Sección del Concilio Vat. II": AAS LVI (1964 1016); Exhort. Apost. "Signum Magnum", Introd.), continúa en el cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de los redimidos (Cf. Lumen Gentium" 62; Pablo VI, Exhort. Apost. "Signum Magnum", P. 1, n. 1).

7. Creemos que en Adán todos pecaron, lo cual quiere decir que la falta original cometida por él hizo caer a la naturaleza humana, común a todos los hombres, en un estado en que experimenta las consecuencias de esta falta y que no es aquel en el que se hallaba la naturaleza al principio en nuestros padres, creados en santidad y justicia y en el que el hombre no conocía ni el mal ni la muerte. Esta naturaleza humana caída, despojada de la vestidura de la gracia, herida en sus propias fuerzas naturales y sometida al imperio de la muerte se transmite a todos los hombres y en este sentido todo hombre nace en pecado. Sostenemos, pues, con el Concilio de Trento [Creemos que Nuestro Señor Jesucristo por el Sacrificio de la Cruz nos rescató del pecado original y de todos los pecados personales. Estampa antigua]que el pecado original se transmite con la naturaleza humana "no por imitación, sino por propagación" y que por tanto "es propio de cada uno" (Cf. Dz. Sch., 1513).

8. Creemos que Nuestro Señor Jesucristo por el Sacrificio de la Cruz nos rescató del pecado original y de todos los pecados personales cometidos por cada uno de nosotros, de modo que, según afirma el Apóstol, "donde había abundado el pecado, sobreabundé la gracia" (Cf. Rom., 5,20).

9. Creemos en un solo Bautismo, instituido por nuestro Señor Jesucristo para el perdón de los pecados. El bautismo se debe administrar también a los niños que todavía no son culpables de pecados personales, para que, habiendo sido privados de la gracia sobrenatural, renazcan "del agua y del Espíritu Santo" a la vida divina en Cristo Jesús (Cf. Dz. Sch., 1514).

10. Creemos en la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica, edificada por Jesucristo sobre la piedra que es Pedro. Ella es el Cuerpo Místico de Cristo, al mismo tiempo sociedad visible, instituida con organismos jerárquicos, y comunidad espiritual; la Iglesia terrestre, el Pueblo de Dios peregrino aquí abajo y la Iglesia colmada de bienes celestiales, el germen y las primicias del Reino de Dios, por el que se continúa a lo largo de la historia de la humanidad la obra y los dolores de la Redención y que tiende a su realización perfecta más allá del tiempo en la gloria (Cf. Lumen Gentium, 8 y 5). En el correr de los siglos, Jesús, el Señor, va Creemos en la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica, edificada por Jesucristo sobre la piedra que es Pedro. Estampa antigua]formando su Iglesia por los sacramentos, que emanan de su Plenitud (Cf. Lumen Gentium, 7.11). Por ellos hace participar a sus miembros en los misterios de la Muerte y de la Resurrección de Cristo, en la gracia del Espíritu Santo, fuente de vida y de actividad (Cf. Sacrosanctum Concilium, 5,6; Lumen Gentium, 7, 12, 50). Ella es, pues, santa, aun albergando en su seno a los pecadores, porque no tiene otra vida que la de la gracia: es, viviendo esta vida, como sus miembros se santifican; y es, sustrayéndose a esta misma vida, como caen en el pecado y en los desórdenes que obstaculizan la irradiación de su santidad. Y es por esto que la Iglesia sufre y hace penitencia por tales faltas que ella tiene el poder de curar en sus hijos en virtud de la Sangre de Cristo y del Don del Espíritu Santo.

Heredera de las promesas divinas e hija de Abrahán según el Espíritu, por aquel Israel cuyas Escrituras guarda con amor y cuyos Patriarcas y Profetas venera: fundada sobre los Apóstoles y transmitiendo de generación en generación su palabra siempre viva y sus poderes de Pastores en el Sucesor de Pedro y los Obispos en comunión con él; asistida perennemente por el Espíritu Santo, tiene el encargo de guardar, enseñar, explicar y difundir la Verdad que Dios ha revelado de una manera todavía velada por los Profetas y plenamente por Cristo Jesús.

11. Creemos todo lo que está contenido en la Palabra de Dios escrita o transmitida y que la Iglesia propone para creer como divinamente revelado, sea por una definición solemne, sea por el magisterio ordinario y universal (Cf. Dz. Sch., 3011).

12. Creemos en la infalibilidad de que goza el Sucesor de Pedro, cuando enseña ex cathedra [desde la cátedra] como Pastor y Maestro de todos los fieles (Cf. Dz. Sch., 3074) y de la que está asistido también el Cuerpo de los Obispos cuando ejerce el magisterio supremo en unión con él (Cf. Lumen Gentium, 25).

[Creemos que la Iglesia es necesaria para salvarse. Estampa antigua]13. Creemos que la Iglesia fundada por Cristo Jesús, y por la cual El oró, es indefectiblemente una en la fe, en el culto y en el vínculo de la comunión jerárquica. Dentro de esta Iglesia, la rica variedad de ritos litúrgicos y la legítima diversidad de patrimonios teológicos y espirituales, y de disciplinas particulares, lejos de perjudicar a su unidad, la manifiesta ventajosamente (Cf. Lumen Gentium, 23; Orientalium Ecclesiarum, 2, 3, 5, 6). Reconociendo también, fuera del organismo de la Iglesia de Cristo, la existencia de numerosos elementos de verdad y de santificación que le pertenecen en propiedad y que tienden a la unidad católica (Cf. Lumen Gentium, 8) y creyendo en la acción del Espíritu Santo que suscita en el corazón de los discípulos de Cristo el amor a esta unidad (Cf. Lumen Gentium, 15), Nos abrigamos la esperanza de que los cristianos que no están todavía en plena comunión con la Iglesia única se reunirán un día en un solo rebaño con un solo Pastor.

14. Creemos que la Iglesia es necesaria para salvarse, porque Cristo, el solo Mediador y Camino de salvación, se hace presente para nosotros en su Cuerpo que es la Iglesia (Cf. Lumen Gentium, 14). Pero el designio divino de la salvación abarca a todos los hombres; y los que sin culpa por su parte ignoran el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sinceridad y, bajo el influjo de la gracia, se esfuerzan por cumplir su voluntad conocida mediante la voz de la conciencia, éstos, cuyo número sólo Dios conoce, pueden obtener la salvación (Cf. Lumen Gentium, 16).

[Creemos que la Misa celebrada por el sacerdote es el Sacrificio del Calvario. Estampa antigua]15. Creemos que la Misa celebrada por el sacerdote, representante de la persona de Cristo, en virtud del poder recibido por el sacramento del Orden, y ofrecida por él en nombre de Cristo y de los miembros de su Cuerpo Místico, es el Sacrificio del Calvario, hecho presente sacramentalmente en nuestros altares.

16. Creemos que del mismo modo que el pan y el vino consagrados por el Señor en la última Cena se convirtieron en su Cuerpo y en su Sangre, que iban a ser ofrecidos por nosotros en la cruz, así también el pan y el vino consagrados por el sacerdote se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo glorioso, y reinante en el cielo, y creemos que la misteriosa presencia del Señor, bajo lo que sigue apareciendo a nuestros sentidos igual que antes, es una presencia verdadera, real y sustancial (Cf. Dz. Sch., 1651).

Cristo no puede estar así presente en este Sacramento más que por la conversión de la realidad misma del pan en su cuerpo y por la conversión de la realidad misma del vino en su Sangre, quedando solamente inmutadas las propiedades del pan y del vino, percibidas por nuestros sentidos. Este cambio misterioso es llamado por la Iglesia, de una manera muy apropiada, "transustanciación". Toda explicación teológica que intente buscar alguna inteligencia de este misterio, para estar de acuerdo con la fe católica debe mantener que en la realidad misma, independientemente de nuestro espíritu, el pan y el vino han dejado de existir después de la consagración, de suerte que el Cuerpo y la Sangre adorables de Cristo Jesús son los que están desde ese momento realmente delante de nosotros bajo las especies sacramentales del pan y del vino (Cf. Dz. Sch., 1642, 1651-1654; Pablo VI, Enc. "Mysterium Fidei"), como el Señor ha querido para darse a nosotros en alimento y para asociarnos en la unidad de su Cuerpo Místico (Cf. S. Th., III, 73,3).

[Creemos que sigue presente, después del sacrificio, en el Santísimo Sacramento que está en el tabernáculo. Estampa antigua]La existencia única e indivisible del Señor en el cielo no se multiplica, sino que se hace presente por el Sacramento en los numerosos lugares de la tierra donde se celebra la Misa. Y sigue presente, después del sacrificio, en el Santísimo Sacramento que está en el tabernáculo, corazón viviente de cada una de nuestras iglesias. Es para nosotros un dulcísimo deber honrar y adorar en la santa Hostia que ven nuestros ojos al Verbo Encarnado que no pueden ver, el cual sin abandonar el cielo se ha hecho presente ante nosotros.

17. Confesamos que el Reino de Dios iniciado aquí abajo en la Iglesia de Cristo no es de este mundo, cuya figura pasa, y que su crecimiento propio no puede confundirse con el progreso de la civilización, de la ciencia o de las técnicas humanas, sino que consiste en conocer cada vez más profundamente las riquezas insondables de Cristo, en esperar cada vez con más fuerza los bienes eternos, en corresponder cada vez más ardientemente al Amor de Dios, en dispensar cada vez más abundantemente la gracia y la santidad entre los hombres. Este mismo amor es el que impulsa a la Iglesia a preocuparse constantemente del verdadero bien temporal de los hombres. Sin cesar de recordar a sus hijos que ellos no tienen una morada permanente en este mundo, los alienta también, en conformidad con la vocación y los medios de cada uno, a contribuir al bien de la ciudad terrenal, a promover la justicia, la paz y la fraternidad entre los hombres, a prodigar ayuda a sus hermanos, en particular a los más pobres y desgraciados. La intensa [Creemos que las almas de cuantos mueren en la gracia de Cristo son llevadas por Jesús al Paraíso como hizo con el buen ladrón. Estampa antigua]solicitud de la Iglesia, Esposa de Cristo, por las necesidades de los hombres, por sus alegrías y esperanzas, por sus penas y esfuerzos, nace del gran deseo que tiene de estar presente entre ellos para iluminarlos con la luz de Cristo y juntar a todos en El, su único Salvador. Pero esta actitud nunca podrá comportar que la Iglesia se conforme con las cosas de este mundo ni que disminuya el ardor de la espera de su Señor y del Reino eterno.

18. Creemos en la vida eterna. Creemos que las almas de cuantos mueren en la gracia de Cristo -ya las que todavía deben ser purificadas en el purgatorio, ya las que desde el instante en que dejan los cuerpos son llevadas por Jesús al Paraíso como hizo con el buen ladrón-, constituyen el Pueblo de Dios más allá de la muerte la cual será definitivamente vencida en el día de la resurrección cuando esas almas se unirán de nuevo a sus cuerpos.

19. Creemos que la multitud de aquellos que se encuentran reunidos en torno a Jesús y a María en el Paraíso, forman la Iglesia del cielo donde, en eterna bienaventuranza, ven a Dios tal como es (Cf. 1 Jn., 3,2; Dz. Sch., 1000) y donde se encuentran asociadas, en grados diversos, con los santos Ángeles al gobierno divino ejercido por Cristo en la gloria, intercediendo por Creemos en la comunión de todos los fieles de Cristo, de los que aún peregrinan en la tierra, de los difuntos que cumplen su purificación, de los bienaventurados del cielo. Estampa antigua]nosotros y ayudando nuestra flaqueza mediante su solicitud fraternal (Cf. Lumen Gentium, 49).

20. Creemos en la comunión de todos los fieles de Cristo, de los que aún peregrinan en la tierra, de los difuntos que cumplen su purificación, de los bienaventurados del cielo, formando todos juntos una sola Iglesia; y creemos que en esta comunión el amor misericordioso de Dios y de los Santos escucha siempre nuestras plegarias, como el mismo Jesús nos ha dicho: Pedid y recibiréis (Cf. Luc. 10,9-10; Jn., 16,24). De esta forma, con esta fe y esperanza, esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. ¡Bendito sea Dios, tres veces santo! Amén.

PABLO VI, Papa
Basílica de San Pedro
30 de junio de 1968

Símbolo Niceno-Constantinopolitano (latín)

CREDO DE NICEA-CONSTANTINOPLA (Credo Niceno)
(Credo largo)

Credo in unum Deum, Patrem omnipoténtem, factórem cœli et terræ, visibílium ómnium et invisibílium.
Et in unum Dóminum Iesum Christum, Fílium Dei unigénitum.
Et ex Patre natum ante ómnia saécula.
Deum de Deo, lumen de lúmine, Deum verum de Deo vero.
Génitum, non factum, consubstantiálem Patri per quem ómnia facta sunt.
Qui propter nos hómines et propter nostram salútem descéndit de cœlis.
ET INCARNATUS EST DE SPIRITU SANCTO EX MARIA VIRGINE ET HOMO FACTUS EST.
Crucifíxus étiam pro nobis, sub Póntio Piláto passus, et sepúltus est.
Et resurréxit tértia die, secúndum Scriptúras.
Et ascéndit in cœlum : sedet ad déxteram Patris.
Et íterum ventúrus est cum glória judicáre vivos et mórtuos cuius regni non erit finis.
Et in Spíritum Sanctum, Dóminum et vivificántem, qui ex Patre, Filióque procédit.
Qui cum Patre, et Fílio simul adorátur, et conglorificátur : qui locútus est per Prophétas.
Et unam, sanctam, cathólicam, et apostólicam Ecclésiam.
Confíteor unum baptísma in remissiónem peccatórum.
Et expécto resurrectiónem mortuórum et vitam ventúri saéculi. Amen.

23 septiembre 2007

Credo niceno-constantinopolitano (español)

Credo de Niceno- Constantinopolitano

Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible e invisible.
Creo en un Solo Señor Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho.
El cual por nosotros los hombres, bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de maría la Virgen, y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato,
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.

Quicumque; Símbolo Atanasiano

Este antiquísimo CREDO fue compuesto hacia el año 500. Se ignora quién fue su autor. Como todo credo consta de una parte trinitaria, ampliamente desarrollada como en ningún otro credo, y otra segunda parte sobre la encarnación de Cristo. Los dos dogmas fundamentales de nuestra fe. La Iglesia lo ha usado en la liturgia y lo ha rezado durante siglos en el breviario todos los domingos. (A algún lector podrá parecerle "pesado", pero muchos otros descubrirán que es maravilloso)

QUICUMQUE

Quicumque vult salvus esse, ante omnia opus est, ut teneat catholicam fidem:
Quam nisi quisque integram inviolatamque servaverit, absque dubio in aeternam peribit.
Fides autem catholica haec est: ut unum Deum in Trinitate, et Trinitatem in unitate veneremur.
Neque confundentes personas, neque substantiam seperantes.
Alia est enim persona Patris alia Filii, alia Spiritus Sancti:
Sed Patris, et Fili, et Spiritus Sancti una est divinitas, aequalis gloria, coeterna maiestas.
Qualis Pater, talis Filius, talis Spiritus Sanctus.
Increatus Pater, increatus Filius, increatus Spiritus Sanctus.
Immensus Pater, immensus Filius, immensus Spiritus Sanctus.
Aeternus Pater, aeternus Filius, aeternus Spiritus Sanctus.
Et tamen non tres aeterni, sed unus aeternus.
Sicut non tres increati, nec tres immensi, sed unus increatus, et unus immensus.
Similiter omnipotens Pater, omnipotens Filius, omnipotens Spiritus Sanctus.
Et tamen non tres omnipotentes, sed unus omnipotens.
Ita Deus Pater, Deus Filius, Deus Spiritus Sanctus.
Et tamen non tres dii, sed unus est Deus.
Ita Dominus Pater, Dominus Filius, Dominus Spiritus Sanctus.
Et tamen non tres Domini, sed unus est Dominus.
Quia, sicut singillatim unamquamque personam Deum ac Dominum confiteri christiana veritate compelimur: ita tres Deos aut Dominos dicere catholica religione prohibemur.
Pater a nullo est factus: nec creatus, nec genitus.
Filius a Patre solo est: non factus, nec creatus, sed genitus.
Spiritus Sanctus a Patre et Filio: non factus, nec creatus, nec genitus, sed procedens.
Unus ergo Pater, non tres Patres: unus Filius, non tres Filii: unus Spiritus Sanctus, non tres Spiritus Sancti.
Et in hac Trinitate nihil prius aut posterius, nihil maius aut minus: sed totae tres personae coaeternae sibi sunt et coaequales.
Ita ut per omnia, sicut iam supra dictum est, et unitas in Trinitate, et Trinitas in unitate veneranda sit.
Qui vult ergo salvus esse, ita de Trinitate sentiat.
Sed necessarium est ad aeternam salutem, ut incarnationem quoque Domini nostri Iesu Christi fideliter credat.
Est ergo fides recta ut credamus et confiteamur, quia Dominus noster Iesus Christus, Dei Filius, Deus et homo est.
Deus est ex substantia Patris ante saecula genitus: et homo est ex substantia matris in saeculo natus.
Perfectus Deus, perfectus homo: ex anima rationali et humana carne subsistens.
Aequalis Patri secundum divinitatem: minor Patre secundum humanitatem.
Qui licet Deus sit et homo, non duo tamen, sed unus est Christus.
Unus autem non conversione divinitatis in carnem, sed assumptione humanitatis in Deum.
Unus omnino, non confusione substantiae, sed unitate personae.
Nam sicut anima rationalis et caro unus est homo: ita Deus et homo unus est Christus.
Qui passus est pro salute nostra: descendit ad inferos: tertia die resurrexit a mortuis.
Ascendit ad caelos, sedet ad dexteram Dei Patris omnipotentis: inde venturus est iudicare vivos et mortuos.
Ad cuius adventum omnes homines resurgere habent cum corporibus suis: et reddituri sunt de factis propriis rationem.
Et qui bona egerunt, ibunt in vitam aeternam: qui vero mala, in ignem aeternum.
Haec est fides catholica, quam nisi quisque fideliter firmiterque crediderit, salvus esse non poterit. Amen.

Símbolo Atanasiano;Quicumque

Este antiquísimo CREDO fue compuesto hacia el año 500. Se ignora quién fue su autor. Como todo credo consta de una parte trinitaria, ampliamente desarrollada como en ningún otro credo, y otra segunda parte sobre la encarnación de Cristo. Los dos dogmas fundamentales de nuestra fe. La Iglesia lo ha usado en la liturgia y lo ha rezado durante siglos en el breviario todos los domingos. (A algún lector podrá parecerle "pesado", pero muchos otros descubrirán que es maravilloso)


Símbolo Atanasiano


Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe católica; y el que no la guardare íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre.

Ahora bien, la fe católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad; sin confundir las personas ni separar las sustancias. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad. Cual el Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo; increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo; inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo; eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno, como no son tres increados ni tres inmensos, sino un solo increado y un solo inmenso. Igualmente, omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo; y sin embargo no son tres omnipotentes sino un solo omnipotente. Así Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es el Espíritu Santo; y sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios. Así, Señor es el Padre, Señor el Hijo, Señor el Espíritu Santo; y sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor; porque así como por la cristiana verdad somos compelidos a confesar como Dios y Señor a cada persona en particular; así la religión católica nos prohibe decir tres dioses y señores. El Padre, por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue por solo el Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, no fue hecho ni creado ni engendrado, sino que procede.

Hay, por consiguiente, un solo Padre, no tres padres; un solo Hijo, no tres hijos; un solo Espíritu Santo, no tres espíritus santos; y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada mayor o menor, sino que las tres personas son entre sí coeternas y coiguales, de suerte que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad en la Trinidad que la Trinidad en la unidad. El que quiera, pues, salvarse, así ha de sentir de la Trinidad.

Pero es necesario para la eterna salvación creer también fielmente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo. Es, pues, la fe recta que creemos y confesamos que nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios engendrado de la sustancia del Padre antes de los siglos, y es hombre nacido de la madre en el siglo: perfecto Dios, perfecto hombre, subsistente de alma racional y de carne humana, igual al Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad. Mas aun cuando sea Dios y hombre, no son dos, sino un solo Cristo, y uno solo no por la conversión de la divinidad en la carne, sino por la asunción de la humanidad en Dios; uno absolutamente, no por confusión de la sustancia, sino por la unidad de la persona. Porque a la manera que el alma racional y la carne es un solo hombre; así Dios y el hombre son un solo Cristo. El cual padeció por nuestra salvación, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre omnipotente, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, y a su venida todos los hombres han de resucitar con sus cuerpos y dar cuenta de sus propios actos, y los que obraron bien irán a la vida eterna; los que mal al fuego eterno. Esta es la fe católica y el que no la creyere fiel y firmemente, no podrá salvarse.

Bajo tu amparo (Sub tuum presidium)

Esta oración mariana es una de las más antiguas que se conocen dedicadas a pedir la intercesión de Santa María ante su Hijo Divino, único intercesor ante el Padre.

BAJO TU AMPARO

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
Virgen gloriosa y bendita.
Amén

SUB TUUM PRAESIDIUM
Sub tuum praesidium confugimus,
Sancta Dei Genitrix,
nostras deprecationes ne despiciasin
necessitatibus nostris,
sed a periculis cunctis
libera nos semper,
Virgo gloriosa et benedicta.
Amen.

21 septiembre 2007

Oración por los Sacerdotes

ORACIÓN POR LOS SACERDOTES

Omnipotente y Eterno Dios: dígnate mirar el rostro de tu Cristo, Eterno y Sumo Sacerdote, y por amor a ÉL, ten piedad de tus sacerdotes.

Recuerda, oh Dios misericordioso, que no son sino débiles y frágiles criaturas. Mantén vivo en ellos el fuego de tu amor. Guárdalos junto a Ti, para que el enemigo no prevalezca contra ellos, y para que en ningún momento sean indignos de su sublime vocación.

  • ¡Oh Jesús!, te ruego por tus fieles y fervorosos sacerdotes;
  • por tus sacerdotes tibios e infieles;
  • por tus sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas misiones;
  • por tus sacerdotes que sufren la tentación;
  • por tus sacerdotes que sufren soledad y desolación;
  • por tus jóvenes sacerdotes;
  • por tus ancianos sacerdotes;
  • por tus sacerdotes agonizantes;
  • por las almas de tus sacerdotes que padecen en el Purgatorio.

Pero sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos: al sacerdote que me bautizó, al que me absolvió de mis pecados; a los sacerdotes a cuyas Misas he asistido y que me dieron tu Cuerpo y Sangre en la Sagrada Comunión; a los sacerdotes que me enseñaron e instruyeron, me alentaron y aconsejaron; a todos los sacerdotes a quienes me liga una deuda de gratitud.

¡Oh Jesús!, guárdalos a todos junto a tu Corazón y concédeles abundantes bendiciones en el tiempo y la eternidad. Así sea.

*****
Roguemos al dueño de la mies que mande muchos y santos operarios a su mies.

Bendita sea tu Pureza

Bendita sea tu Pureza

Bendita sea tu Pureza,
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.

A tí, celestial princesa,
Virgen sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón,
¡mírame con compasión!
no me dejes Madre mía.
Amén

Virgen Excelsa

Virgen Excelsa

Virgen Excelsa, Madre querida
tuya es mi vida, vela por mí;
y cuando deba dejar el suelo,
llévame al cialo, cerca de tí.

Comuniónes Espirituales

Comunión Espiritual Tradicional

Creo, Jesús mío,
que estás real
y verdaderamente en el cielo
y en el Santísimo Sacramento del Altar.

Os amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte
dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo
ahora sacramentalmente,
venid al menos
espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya os hubiese recibido,
os abrazo y me uno del todo a Ti.

Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén

*****

Comunión Espiritual (Otra)

Yo quisiera, Señor, recibiros, con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los Santos.

Credo de los Apóstoles

Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo su único Hijo, nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo; la Santa Iglesia Católica, la comunión de los Santos, el perdón de los pecados; la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

Al Ángel de la Guarda

AL ÁNGEL DE LA GUARDA

Angel de mi guarda,

dulce compañía,
no me desampares
ni de noche ni de día,
ni en la hora de mi muerte. Amén.

Al Ángel de la Guarda (Otra)

Angel de mi guarda,

dulce compañía,
no me desampares
ni de noche ni de día,
hasta que descanse
en los brazos de
Jesús, José y María
Amén

Al Ángel de la Guarda (Otra)

Ángel de mi guarda,
dulce compañía,
no me dejes sólo,
que me perdería.
Amén

Ofrecimiento de Día (Oh, Señora Mía)

OH SEÑORA MÍA

¡Oh, Señora mía! ¡Oh, Madre mía!
Yo me ofrezco enteramente a Vos; y en prueba de mi filial afecto os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.

Gloria

GLORIA

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Avemaría

AVE MARÍA

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres,

y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

Padrenuestro

PADRENUESTRO

Padre nuestro que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

La Señal de la Santa Cruz

LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Quince Minutos con Jesús Sacramentado

QUINCE MINUTOS CON JESÚS SACRAMENTADO

No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme; basta que me ames mucho. Háblame sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos, como hablarías a tu madre, o a tu hermano.

¿Necesitas hacerme alguna súplica en favor de alguien? Dime su nombre, sea el de tus padres, el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras hiciese yo realmente por ellos. Pide mucho, muchas cosas; no vaciles en pedir, me gustan los corazones generosos, que llegan a olvidarse de sí mismos para atender las necesidades ajenas. Háblame con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar; de los enfermos a quienes ves padecer; de los extraviados que anhelas devolver al buen camino; de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos al menos una palabra; pero palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón.

¿Necesitas alguna gracia? Haz, si quieres, una lista de lo que necesitas, y ven, léela en mi presencia. Dime con sinceridad que sientes orgullo, pereza y amor a la sensualidad, que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente..., y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para sacudir de encima de ti tales miserias.
No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos y tantos justos, tantos y tantos santos de primer orden que tuvieron tus mismos defectos! Pero rezaron con humildad, y poco a poco se vieron libres de sus miserias.

Tampoco vaciles en pedirme bienes para cuerpo y para entendimiento: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios... Todo eso puedo darte, y lo doy y deseo me lo pidas en cuanto no se oponga, sino que favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué necesitas? ¿Qué puedo hacer por tu bien? ¡Si conocieses los deseos que tengo de favorecerte!

¿Te preocupa alguna cosa? Cuéntamelo todo detalladamente. ¿Qué te preocupa?, ¿qué piensas?, ¿qué deseas? ¿No querrías poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos a quienes amas tal vez mucho y que viven quizá olvidados de mí? ¿No te sientes con deseos de mi gloria?
Dime: ¿qué cosa llama hoy particularmente tu atención? ¿qué anhelas más vivamente y con qué medios cuentas para conseguirlo? Dime qué es lo que te ha salido mal, y yo te diré las causas del fracaso. Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, donde me place.

¿Estás triste o de mal humor? Cuéntame tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te ofendió?, ¿quién lastimó tu amor propio?, ¿quién te ha menospreciado? Acércate a mi corazón, que tiene el bálsamo eficaz para todas las heridas del tuyo. Cuéntame todo, y acabarás por decirme que, a semejanza de mi, todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición. ¿Tienes miedo de algo? ¿Sientes en tu alma tristeza? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy, aquí, a tu lado me tienes; todo lo oigo, ni un momento te desamparo.
¿Sientes desprecio por las personas que antes te quisieron bien, y ahora, se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado si no han de ser obstáculo a tu santificación.

¿Tienes alguna alegría que comunicarme? ¿Porqué no me haces partícipe de ella por lo buen amigo tuyo que soy? Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, te ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizás has tenido alguna sorpresa agradable; quizás se han disipado algunos recelos; quizás has recibido buenas noticias, una carta, una muestra de cariño; quizás has vencido una dificultad o salido de un apuro... Obra mía es todo esto, y yo te lo he proporcionado. ¿Por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente como un hijo a su padre: gracias padre mío, gracias? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le agrada verse correspondido.

¿Tienes alguna promesa que hacerme? Puedo leer en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente a Dios, no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes un propósito firme de no ponerte más en aquella ocasión de pecado?, ¿de privarte de aquello que te dañó?, ¿de no leer más aquel libro que dio rienda suelta a tu imaginación?, ¿de no tratar más a aquella persona que turbó la paz de tu alma, haciéndote pecar? ¿Volverás a ser amable con aquella persona a quien miraste hasta hoy como enemiga?

Hijo mío, vuelve a tus ocupaciones habituales, a tu trabajo, a tu familia, a tu estudio..., pero no olvides la grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad de la capilla. Ama a mi Madre, que lo es tuya también, la Virgen Santísima... y vuelve otra vez a mí con el corazón más amoroso todavía, más entregado a mi servicio: en el mío encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

Oración a la Virgen del Carmen, Patrona y Reina de Chile


La Virgen del Carmen ha sido, desde la conquista, nuestra especial protectora. Con el tiempo ha sido declarada Generala de nuestras Fuerzas Armadas y fue coronada Reina de Chile por SS Juan Pablo II el año 1987. En Chile le rezamos esta preciosa oración durante su mes entre el 16 de junio y el 16 de julio, su fiesta oficial, y también el último domingo de septiembre, mes de la Patria, y que es el Día de la Oración por Chile, celebrada con una procesión solemne por el centro de Santiago.

Oración a la Virgen del Carmen

Patrona y Reina de Chile

¡Oh Virgen Santísima del Carmen, llenos de la más tierna confianza, como hijos que acuden al corazón de su madre, nosotros venimos a implorar una vez más los tesoros de misericordia, que con tanta solicitud nos habéis siempre dispensado.

Reconocemos humildemente que uno de los mayores beneficios que Dios ha concedido a nuestra Patria ha sido señalaros a Vos por nuestra especial
Abogada y Protectora. Por eso, a voz clamamos en todos nuestros peligros y necesidades, seguros de ser benignamente escuchados. Vos sois la Madre de la Divina Gracia, conservad puras nuestras almas; sois la Torre poderosa de David, defended el honor y la libertad de nuestra Nación; sois el Refugio de los pecadores, tronchad las cadenas de los esclavos del error y del vicio; sois el Consuelo de los afligidos, socorred a las viudas, a los huérfanos y a los desvalidos; sois el Auxilio de los Cristianos, conservad nuestra fe, y proteged a nuestra Iglesia, en especial a sus obispos, sacerdotes y religiosos. Desde el trono de nuestra gloria, atended a nuestras súplicas, ¡Oh Madre del Carmelo! Abrid vuestro manto, y cubrid con él a esta República de Chile, de cuya bandera Vos sois la estrella luminosa. Os pedimos aciertos para los magistrados, legisladores y jueces; paz y piedad, para los matrimonios y familias; santo temor de Dios, para los maestros; inocencia, para los niños; y para la juventud, cristiana educación. Aparta de nuestras ciudades los terremotos, incendios y epidemias, alejad de nuestros mares las tormentas y dad la abundancia a nuestros campos y montañas. Sed Vos el escudo de nuestros guerreros, el faro de nuestros marinos y el amparo de los ausentes y viajeros. Sed el remedio de los enfermos, la fortaleza de las almas atribuladas, la protección especial de los moribundos y la redentora de las almas del Purgatorio.

¡Oídnos, pues, Madre clementísima!, y haced que, viviendo unidos en la vida por la confesión de una misma fe y por la práctica de un mismo amor al Corazón Divino de Jesús, podamos ser trasladados de esta patria terrenal a la patria inmortal del cielo, en la que os alabaremos y bendeciremos por los siglos de los siglos. Así Sea.

Mes de María en Chile

Desde el 8 de noviembre al 8 de diciembre, el día de la Inmaculada Concepción de María se reza de un modo asombrosamente piadoso estas oraciones en todo el país, colegios, parroquias, familias, etc.

MES DE MARÍA
Oración para todos los días del mes:

¡Oh María!, durante el bello mes que os está consagrado, todo resuena con vuestro nombre y alabanza. Vuestro Santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos os han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presidís nuestras fiestas y escucháis nuestras oraciones y votos. Para honraros, hemos esparcido frescas flores a vuestros pies, y adornado vuestra frente con guirnaldas y coronas. Mas ¡Oh María!, no os dais, por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que Vos esperáis de vuestros hijos; porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos; y la más bella corona que pueden deponer a sus pies es la de sus virtudes. Sí, los lirios que Vos nos pedís son la inocencia de nuestros corazones, nos esforzaremos, pues, durante el curso de este Mes, consagrado a vuestra gloria, ¡oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin mancha y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aún la sombra misma del mal. La rosa cuyo brillo agrada a vuestros ojos es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos; nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia cuya Madre sois, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal.

En este mes bendito procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que os es tan querida; y con vuestro auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y resignados. ¡0h María!, haced producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres. Amén.

Oración final


¡Oh María, Madre de Jesús nuestro Salvador y nuestra buena Madre!, nosotros venimos a ofreceros con estos obsequios que colocamos a vuestros pies, nuestros corazones deseosos de seros agradables, y a solicitar de vuestra bondad un nuevo ardor en vuestro santo servicio.Dignaos presentarnos a vuestro Divino Hijo; que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud, que haga lucir, con nuevo esplendor, la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error, que vuelvan hacia El, y cambie tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará su corazón y el vuestro.Que convierta a los enemigos de su Iglesia, y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad, que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanza para el porvenir. Amén.


Canto final tradicional en Chile


Venid y vamos todos
con flores a porfía,
con flores a María,
que Madre nuestra es (bis).

De nuevo aquí nos tienes,
purísima doncella,
más que la luna, bella,
postrados a tus pies.

Venimos a ofrecerte
las flores de este suelo,
con cuánto amor y anhelo,
Señora, tú lo ves.

Por ellas te rogamos,
si cándidas te placen,
las que en la gloria nacen,
en cambio, tú nos des.

Monseñor Santiago Costamagna, SDB 1902